Hay una ley que dice: “Si encuentras unas converse por 25
euros cómpratelas, aunque no las necesites, aunque no las quieras”.
Y eso es lo que hicimos, sin pensarlo, sin buscarlo. De
hecho, la idea era otra, como casi siempre. Pero a veces los planes no salen o
los trazas y luego no los quieres. O se terminan antes de empezar. Por eso
últimamente procuramos no hacerles mucho caso. Comimos en un comedor de unas oficinas
donde nos pidieron el DNI y nos dieron una pegatina para identificarnos, comida
casera y muy barata, parecía por un instante que teníamos otra vida diferente.
Paseamos por debajo del faro del que tantas veces habíamos hablado. Buscamos un
regalo que no encontramos y jugamos a ver en que estación estábamos mirando la
ropa de la gente que andaba por la calle. Y después de todo esto, nos fuimos
donde siempre vamos, donde siempre queremos ir, aunque llueva o haga frío, aunque
sea por la tarde o por la mañana, aunque no tengamos tiempo, aunque no sea el
momento. A un parque, da igual el que sea y da igual donde esté. Nos fuimos a
probarnos como niñas pequeñas nuestra compra. A compararlas y a planificar los
pasos que daremos con ellas, sabiendo que probablemente nunca llevaremos a cabo
esos planes.